Imaginario encuentro entre Lilith y Eva
Sudando como un animal que escapa de un cazador, estaba ella, parada allí como una niña temerosa de entrar a una jaula repleta de bestias. La luna llena hacía brillar su cuerpo divino, y por sus poros exhalaba aún la magia de su creación. Temerosa, se aventuró a mirar hacia el árbol y susurró al aire su nombre, por un minuto no se escuchó nada.
La voz que había descubierto esa mañana se presentó, como lo había prometido, después del tercer nacimiento y muerte del fénix y del trote nocturno de los unicornios. Ya estoy aquí mujer, soy yo, la primogénita, creada de la mano del padre, tan amada por él como lo es el hombre. La voz provenía del árbol, y con cada palabra que la primera decía, la mujer se acercaba más y más. De repente unos ojos verdes iluminados por la luna la asombraron. La mujer nunca había visto tanta belleza, ni siquiera cuando miraba su reflejo en el río. Instintivamente se acercó a tocarla, su piel era suave y líquida, como la leche, pero era mucho más que eso, era leche de ángeles, con un aroma que despertaba todos los sentidos y los deseos más ocultos. Sin darse cuenta la comenzó a lamer, excitada, fuera de si. La primera, la observaba complacida y se dejaba disfrutar, entregándole sus senos suculentos y duros que derramaban miel y vino. Tomó sus manos y le enseñó a obtener placer de sus dedos, sin la necesidad de un hombre. La educó en técnicas que nunca hubiese experimentado en el jardín, técnicas salvajes y brutales que la hacían vivir incesantes espasmos de gozo extraordinario. Luego la miró a los ojos y le dijo bésame, provéeme de tu néctar, de tu pureza, de tu virtud. Sólo así te daré el nombre del padre y podrás alejarte de aquí, con las mismas alas y poder infinito con los que yo me fui. Bésame, déjame convertirme en ti y conviértete tú en mi. Así ambas nos vengaremos del hombre y su padre, quienes nos han convertido en sus siervas.
La mujer la besó entonces con toda su fuerza y sintió la transformación de la magia creadora, de su espalda crecieron alas de dragón y una cola de serpiente. Pronunció el nombre del padre y voló por los aires alejándose hacia las tierras de Hedrock, donde las Lims la esperaban aullando y gimoteando con sus garras y sus hermosos rostros de ángeles virtuosos.
La primogénita observó su nuevo cuerpo, no tenía poderes divinos pero era suficiente para tentar al hombre a comer el fruto prohibido y hacerlo sufrir una vida de dolores y tormentos como castigo. Ahora que lo pienso, la primogénita lo hizo por amor, porque se fue junto a él del jardín, a vivir en penurias y nunca lo abandonó, ni siquiera en los peores momentos, incluso creo que fueron felices. Y la mujer… ¡ahhhh! esa es otra historia, con el tiempo ha vivido en muchos lugares y ha tenido muchos nombres: Isis, Medussa, Sahara, Safo, Artemisa, Dalila, Hipatia, Lilicliptip, Masceda de Saba, Hatshepsut, Lamia, Casandra, Lécate, Cleopatra, Olimpia, Magdala, Juana de Arco, Lucrezia Borgia, La papisa Juana, Isabel Primera, Sor Juana Inés de la Cruz, Catalina la Grande, Virginia Woolf, Josephine Baker, Eva Perón, Mata Hari, Frida Kahlo, Joan Crawford, Anais, Marilyn, Solange y ahora tú.
Sudando como un animal que escapa de un cazador, estaba ella, parada allí como una niña temerosa de entrar a una jaula repleta de bestias. La luna llena hacía brillar su cuerpo divino, y por sus poros exhalaba aún la magia de su creación. Temerosa, se aventuró a mirar hacia el árbol y susurró al aire su nombre, por un minuto no se escuchó nada.
La voz que había descubierto esa mañana se presentó, como lo había prometido, después del tercer nacimiento y muerte del fénix y del trote nocturno de los unicornios. Ya estoy aquí mujer, soy yo, la primogénita, creada de la mano del padre, tan amada por él como lo es el hombre. La voz provenía del árbol, y con cada palabra que la primera decía, la mujer se acercaba más y más. De repente unos ojos verdes iluminados por la luna la asombraron. La mujer nunca había visto tanta belleza, ni siquiera cuando miraba su reflejo en el río. Instintivamente se acercó a tocarla, su piel era suave y líquida, como la leche, pero era mucho más que eso, era leche de ángeles, con un aroma que despertaba todos los sentidos y los deseos más ocultos. Sin darse cuenta la comenzó a lamer, excitada, fuera de si. La primera, la observaba complacida y se dejaba disfrutar, entregándole sus senos suculentos y duros que derramaban miel y vino. Tomó sus manos y le enseñó a obtener placer de sus dedos, sin la necesidad de un hombre. La educó en técnicas que nunca hubiese experimentado en el jardín, técnicas salvajes y brutales que la hacían vivir incesantes espasmos de gozo extraordinario. Luego la miró a los ojos y le dijo bésame, provéeme de tu néctar, de tu pureza, de tu virtud. Sólo así te daré el nombre del padre y podrás alejarte de aquí, con las mismas alas y poder infinito con los que yo me fui. Bésame, déjame convertirme en ti y conviértete tú en mi. Así ambas nos vengaremos del hombre y su padre, quienes nos han convertido en sus siervas.
La mujer la besó entonces con toda su fuerza y sintió la transformación de la magia creadora, de su espalda crecieron alas de dragón y una cola de serpiente. Pronunció el nombre del padre y voló por los aires alejándose hacia las tierras de Hedrock, donde las Lims la esperaban aullando y gimoteando con sus garras y sus hermosos rostros de ángeles virtuosos.
La primogénita observó su nuevo cuerpo, no tenía poderes divinos pero era suficiente para tentar al hombre a comer el fruto prohibido y hacerlo sufrir una vida de dolores y tormentos como castigo. Ahora que lo pienso, la primogénita lo hizo por amor, porque se fue junto a él del jardín, a vivir en penurias y nunca lo abandonó, ni siquiera en los peores momentos, incluso creo que fueron felices. Y la mujer… ¡ahhhh! esa es otra historia, con el tiempo ha vivido en muchos lugares y ha tenido muchos nombres: Isis, Medussa, Sahara, Safo, Artemisa, Dalila, Hipatia, Lilicliptip, Masceda de Saba, Hatshepsut, Lamia, Casandra, Lécate, Cleopatra, Olimpia, Magdala, Juana de Arco, Lucrezia Borgia, La papisa Juana, Isabel Primera, Sor Juana Inés de la Cruz, Catalina la Grande, Virginia Woolf, Josephine Baker, Eva Perón, Mata Hari, Frida Kahlo, Joan Crawford, Anais, Marilyn, Solange y ahora tú.