miércoles, 12 de noviembre de 2008

UNA SOLA MUJER CON DISTINTO ROSTRO


Para Hernán

En la calle otra vez, buscándola entre la multitud, entre otras mujeres.
De pronto me di cuenta que volvía a esa insana costumbre. La encontraba parcialmente, o sea por partes. A veces era una oreja coqueta en la una, unos ojos seductores que me miraban por la calle en otra, una boca pidiendo ser amada en otra aún más diferente, y así sucesivamente, hasta formar un rostro con retazos de tantas otras. Hubo noches en que me acercaba a alguna, porque me recordaba su olor, mezcla de dulce, sudor y deseo, o simplemente otra que me recordaba su manera de caminar, incitante, como el trote erótico y peligroso de una felina que me causaba comezón… pero siempre el mismo desenlace, cuando me acercaba para llevarla junto a mi, para volverla a amar, ella sangraba.

Sangraba mucho al desprenderse de su cuerpo, tanta sangre como la que corrió aquella noche en que la ayudé a abandonarme y desde la cual nunca más me dejó.

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