lunes, 30 de marzo de 2009

EL PRINCIPE DESENCANTADO Y LA TURBA ENARDECIDA


Estoy cansado del típico príncipe azul, el encantado, el de cabellera rubia y traje brillante. Por eso quise imaginarme uno diferente. Este se llama Juan y es emo. Es flaco, alto y pálido, su cabello es negro y melenudo. Es depresivo y medio pedófilo y le saca fotos a los niños del barrio, son fotos medias raras que sube a su página web. Le gusta jugar en la noche asustando a sus vecinos, en especial a los más chiquitos, lo creen más que príncipe un conde, pero de esos que dan risa y no miedo. Cansado ya de sufrir por todo, viviendo una vida aburrida y de esperar el amor que nunca llegaba, decidió cambiar completamente. Tal vez por consejo de su espejo mágico que era medio gay y un día mientras aspiraba los polvos de la lucidez sobre él le fue diciendo que se pintara un poco esos cachetes palidos, y se pusiera brillo. Mejor que se pusiera rouge y que rellenara un poco su plano busto. Así pues el príncipe desencantado que le hizo caso en todo al espejo, salió de su casa a media noche. Claro está no llegó ni a la esquina, pues una turba de vecinos pueblerinos enajenados lo cogió con escobas, palas y picos y lo molieron a golpes, luego para coronar su orgía de descontrol ciudadano cogieron gasolina y lo rociaron, encendieron con él una gran fogata donde lanzaron toda su ignorancia y descontrol, dejándolo achicharrado para que la prensa caliente lo fotografiara como una atracción de titulares y como advertencia para los demás fugitivos de la “razón”, pervertidores de buenos valores y prefijos ciudadanos.

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