martes, 13 de mayo de 2008

El Fin del Silencio y de donde provienen todas las historias del mundo.


Relato escuchado en las tierras del fin del mundo.

Al principio había una mujer y un hombre que compartían una cueva, en ella sólo les acompañaba el fuego y unas rudimentarias herramientas.
De sus bocas no salía palabra alguna y su modo de comunicarse eran los golpes y los gruñidos, el hombre en la mañana golpeaba a la mujer para que le sirviera la comida, al medio día la arrastraba por la cueva para que limpiara y destripara los animales que había cazado, por las noches la golpeaba para poseerla y usarla.
Así habían transcurrido sus días desde el inicio de la memoria, como un doloroso círculo vicioso. Y así hubiese seguido por siempre si no fuera porque una mañana la mujer se sintió diferente, descubrió que ya nunca más las cosas podrían seguir igual, descubrió que dentro de ella crecía una vida.
La mujer temió por primera vez, temió por la vida de su hijo, temió por los golpes del hombre, temió por el futuro del cual recién era consciente.
La mujer buscó en la cueva la manera de defenderse del hombre a su regreso, y con sus manos rasguñó en la tierra, pero las piedras que encontró no la defenderían de los fuertes brazos de éste, buscó la solución en el fuego, pero recordó que él no le temía en lo absoluto. Pensó en buscar hierbas y raíces venenosas para librarse definitivamente de él, pero tuvo conciencia que no sería capaz de cazar ni defenderse de las bestias ella sola, el cielo fuera de la cueva se tornaba rojizo, lo cual indicaba que le quedaba poco tiempo.
La mujer desesperada y llorando se sentó en un rincón sombrío de la cueva a esperar al hombre y enfrentar su destino, sabía que pronto llegaría y de una forma u otra todo acabaría, de pronto un extraño sonido la hizo salir de su terror, algo se arrastraba lentamente hacia ella.
Más tarde esa noche, llegó el hombre cargando un ciervo de grandes cuernos, miró hacia adentro de la cueva en busca de la mujer, no la veía por ningún lado, el hombre lanzó violentamente el ciervo al suelo y buscó su mazo, esa noche le daría una lección a la mujer, una que nunca olvidaría. Pero desde un oscuro rincón de la cueva se escuchó el sonido de un desconocido animal, uno que solo los primeros habitantes del jardín habían oído en el principio de los tiempos. La mujer desnuda apareció de pronto, con una serpiente verde y húmeda que rodeaba su cuello, con su fuerza conscriptora apretaba las hasta ahora dormidas cuerdas vocales de la mujer y como si tocara un instrumento hacía que desde su boca se escucharan seseos y sonidos bestiales, que poco a poco formaron palabras seductoras. El hombre, como cualquier bestia que se enfrenta a un bello sonido se tranquilizó, la mujer entonces se acercó a él y en un tono hipnótico casi divino le dijo: ¨Querido hombre los dioses y la serpiente me han dado un gran regalo hoy y lo compartiré contigo¨... Abrazándolo un poco más, y casi lamiendo su oído le susurró, había una vez una tierra muy muy lejana, había un hombre y había una mujer...
Así amigos se contó la primera historia, historia que salvó la vida del primer niño, niño que al crecer tuvo hijos que tuvieron hijos que tuvieron más hijos y durante cada generación más mujeres y a veces algunos hombres salvaron vidas contando historias. Con el tiempo se prescindió de la serpiente para poder contarlas, pero a veces, alguno las recuerda y nos habla de dragones o monstruos, seres que nos hacen sentir menos bestias y más dioses.

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