jueves, 15 de mayo de 2008

LA MANZANA MAGICA.


El leñador tomó el caballo y salió del palacio rápidamente, la reina le había perdonado la vida pese a no haber cumplido su orden de matar a la princesa, con la condición de traerle una manzana mágica.
Luego de semanas cruzando pantanos, desiertos, valles rocosos, , nieve y mares llegó a un lejano y casi desconocido poblado en el cual le advirtieron sus habitantes que no debía seguir más allá de un estrecho pasadizo de piedra, la leyenda decía que tras él, existía un bosque custodiado por lobos, estos no eran lobos comunes, los lugareños decían que eran hombres que “se habían convertido en lobos”.
Hombres malditos desde su nacimiento y según su tradición por ser el 7mo hijo varón, desde pequeños se los dejaba en el bosque, en donde aprendían a defenderlo, según la leyenda este era aquel primer bosque, del cual la vida nació y que por mucho tiempo fue custodiada por ángeles. Esa fue la señal que el leñador esperaba encontrar desde su partida de palacio, guiado por las instrucciones que el espejo mágico de la reina le había dado personalmente.
Era imposible perderse, decía el espejo, lo único vivo que queda en ese antiguo bosque de las delicias es el árbol en el centro, un árbol gigante con las manzanas más rojas que fueron probadas una sola vez por el primer hombre y la primera mujer. Pero cuidado, le dijo el espejo, el que entra a ese bosque paga un precio muy grande…

El leñador dejó a su caballo y emprendió a pie su expedición, parecía imposible pensar que aquel alguna vez haya sido un lugar de vida, más bien parecía una ciudad derretida por el fuego o la ira de algún dios. Detrás de unos arcos de piedra derruidos por el tiempo se encontraba un bosque petrificado en el cual se alzaba en el centro un árbol frondoso y noble, alto como la torre de Babel, sus hojas eran verde esmeralda y llegaban hasta el piso, se movían por si mismas, sabias que cada centímetro de este árbol tenía vida. El árbol emitía aún una luz que denotaba la magia divina con la cual la habían creado. En el bosque no se escuchaba ninguna señal de vida, hacia muchos miles de años la última ave abandonó el nido, ni siquiera se escuchaba el viento, porque en realidad no lo había, sino un ambiente denso, y húmedo parecido mas bien al gas. Tal vez pensaba luego el leñador, hubiese podido flotar de haberlo deseado.
De repente unos crujidos de ramas secas lo sacaron de su éxtasis, ojos invisibles para él pero no por ello menos reales y aterradores, lo observaban desde la espesura del bosque petrificado a su espalda. Recordó de pronto su misión y rápidamente se acercó al árbol, sentía la urgencia de salir en ese mismo momento de aquel lugar. Habían manzanas incluso hasta en la punta más alta del árbol, pero también las había al ras del suelo, pero había una manzana especialmente grande y roja que estaba al alcance de su mano, que parecía llamarle y pedirle que la llevara con él. Al intentar arrancarla un voraz hocico de lobo lo apartó sorpresivamente de ella.
Sus colmillos amarillos y afilados apretaban cruelmente su mano, con menos esfuerzo del que pensaba sacó la mano de las fauces del mounstruo, sólo en ese instante pudo ver la figura de un horrible Lobo, aunque más grande que los lobos ordinarios y que si lo pensabas bien tenia rasgos de ser humano, en especial en sus ojos que parecían pedir libertad. Parado en sus patas traseras se alistaba para un nuevo ataque, el leñador sacó entonces su cuchillo de plata que guardaba en el cinto y lo apuñaló en el corazón en su primer intento.
En el instante en que la bestia estuvo muerta y su sangre fue absorbida por el suelo, cayeron todas las manzanas a la vez y el árbol se marchitó como algún día en el pasado se había marchitado el bosque entero.
Recogió entonces la manzana que pudo guardar dentro de su bolso y se trepó a su caballo. Creo que no tuve que pagar un precio muy alto por esta manzana, se dijo el leñador, sólo una mordida en la mano que parece curarse rápidamente, de todas maneras le pareció extraño que le comenzara a crecer pelo alrededor. Se apresuró entonces a palacio, se acercaba la noche y al parecer la perturbadora luz de la luna llena que lo comenzaba a hipnotizar lo acompañaría en su largo retorno.

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