miércoles, 21 de mayo de 2008

LICANTROPIA.


La niña lamió a su madre y la miró por última vez con sus amarillos e hipnotizantes ojos antes de correr hacia la profundidad del bosque. La madre sabía que el leñador, su esposo, nunca entendería que esa atracción animal con el lobo feroz, fue cosa de una noche.

Mientras regresaba a su cabaña en el medio del bosque cada vez menos encantado, oía a la niña aullarle a la luna la cual la recibía en su total plenitud, llena, redonda y blanca como la leche que sale del pecho de una madre y nutre con ella a sus hijos. En el bosque se escuchaban también a los otros lobos que venían a darle la bienvenida a la nueva hija de la manada.

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